

Tanto teístas como ateos están equivocados; tienen su parte de razón, pero no toda.
Los teístas enarbolan su Biblia, los ateos enarbolan su Big-Bang; cuando ambas banderas están equivocadas, ninguna es tan infalible como se pretende.
Los teístas se agarran con tanta fuerza a su biblia que no se dan cuenta de que no están adorando a Dios, sino a un libro. Adoran a un libro al que califican como palabra de Dios, cuando ese libro contiene cantidad de detalles impropios de un Dios.
No me refiero a historias de incesto, ni de crueldades personales o grupales; eso es historia y, como tal, admisible y respetable; me refiero a cosas como, por ejemplo: insinuar que los conejos son rumiantes y que los murciélagos son aves (Deuteronomio 14,4 y siguientes).
Por otra parte, queridos teístas ¿es propio de un Dios todopoderoso organizar todo el teatro que monta en Ezequiel 1 para demostrar que es el Gran Dios? Me parece ridículo.
Copio literalmente lo que digo en mi libro “Histérica Historia” (lo puedes conseguir en esta misma web, en la página Histérica Historia):
“¿Qué hace el creyente cuando lee eso (Ezequiel 1)?
“No lo lee, pasa por encima, es todo tan confuso que preferimos concluir “Dios se le presentó en toda su gloria” y seguimos adelante, nadie se para a leer con detalle porque se pierde, no entiende nada y, simplemente, imagina que aquella escena debió ser grandiosa por el gran esplendor celestial con el que Dios se apareció.
“Insisto, nadie lo lee y analiza en detalle. No es el único sitio de la Biblia que leemos por encima, hay muchos puntos donde no entendemos, pero damos por bueno sin ningún análisis, lo dejamos en grandioso, o en misterioso y como ambos conceptos se asocian bien con Dios, bueno queda, sin más.
“Pero, ¿sinceramente creemos que un Dios Todopoderoso necesita presentarse con semejante incomprensible parafernalia de ruidos, truenos, relámpagos, fuegos, brillos, seres que no son, pero parecen, rostros de animales, ruedas dentro de ruedas y llenas de ojos, voces de muchedumbres o de muchas aguas, etc., etc.? ¿Realmente creen en un dios tan teatral? ¿Qué pretendía Dios con ese súper espectáculo? ¿Asustar, subyugar, impresionar? Me parece que creer eso en un dios es tener una imagen muy pobre de la divinidad.
“Analicemos ese primer capítulo de Ezequiel y démonos cuenta de que todo el tiempo está diciendo: a semejanza de, con la apariencia de, como, etc. Es decir, nada era lo que veía, sino todo era semejanzas a cosas conocidas por aquel pobre hombre que no sabía cómo describirlas.”
Ezequiel detalla con tanta precisión lo que vio, que Peter Kolosimo (creo que fue él en uno de sus libros) comenta que uno de los ingenieros de la NASA se basó en ello para diseñar el módulo todo terreno que crearon para tomar muestras en la Luna y en Marte.
Los ateístas, por su parte, no se dan cuenta de que toda su energía está en negar el Dios de los creyentes (porque es el único o principal que rodea su entorno social) apoyándose en la idea muy válida de que no puede existir un dios tan cabrón que por ser el único que puede hacer lo que le dé la gana, permite la cantidad de mierda que intoxica nuestro bello mundo.
Pero su error está en concluir que, como ese dios no existe, ya no existe ningún Dios. Ese es el punto, como el dios semítico (Yahvé, Jesucristo, Alá) que es el que conocen, no existe (al menos, como Dios, tal vez sí como otro ser); concluyen que no existe ningún Dios; así, con mayúscula; porque además, son tan cómicos que les encanta escribir «dios» (así, en minúscula) dado que no existe; pero tampoco existen Cenicienta, Lucifer, Pinocho, Santa Claus, Zeus, etc., y esos nombres sí los escriben con mayúscula; obviamente, porque son nombres de seres únicos; pero ese es el mismo caso con Dios. Estimados ateístas, nieguen a Dios, pero no caigan en los radicalismos. «Dios» (con mayúscula) no es un ser, es un concepto, el de un ser único (exista o no exista) y como ser único, conceptualmente origen de todo, hay que escribirlo con mayúscula; para diferenciar de «dios» (con minúscula) que define a un ser reverenciado, pero no único.
Por otra parte, la Biblia no es un cuento de hadas, es un libro de historia tan válido como las tablillas cuneiformes, tan válido como los jeroglíficos egipcios, pero con intentos moralistas de armonía social que ha sido elevado a la categoría de Palabra de Dios y ahí es cuando la hemos fastidiado, pues en sus múltiples traducciones, cada uno ha añadido lo que ha querido para hacerlo “más precioso” como lo de “¡Jerusalem, Jerusalem, que matas a los profetas, y apedreas a los que son enviados a ti! ¡cuántas veces quise juntar tus hijos, como la gallina junta sus pollos debajo de las alas, y no quisiste! (Mateo, 23, 37).
Pero, claro, estamos tan super acostumbrados a vernos rodeados de gallinas que creemos que han estado con nosotros desde el principio de los tiempos; cuando, muy al contrario, las gallinas empezaron a ser criadas en Europa en la Edad Media. Dense cuenta que, en el Antiguo Testamento, cuando se define las aves puras e impuras, no se mencionan las gallinas para nada.
En ese mismo error cayó el bueno de Joseph Smith cuando escribió su Libro de Mormón:
“3 Nefi; 10,4 “¡Oh pueblo de estas grandes ciudades que han caído, que sois descendientes de Jacob, sí, que sois de la casa de Israel, ¡cuántas veces os he juntado como la gallina junta sus polluelos bajo las alas y os he nutrido!”
Para el pobre Smith, las gallinas estaban con nosotros desde Adán y Eva ¡cómo no!
Lo del gallo cantando y Pedro negando a Jesús, sí es posible porque el gallo era conocido dado que, junto con el faisán y otras aves exóticas, eran traídas de oriente para las comilonas de los grandes señores en fiestas especiales y ese episodio sucede en las fiestas de la Pascua Judía. Recordemos como, todavía unos 1.100 años después, Ricardo Corazón de León resultó sospechoso en una posada al pedir gallo para comer yendo vestido de monje “¡Gallo! ¿Quién es este loco pidiendo comida de grandes señores?” Lo cual le costó ser apresado y secuestrado por el duque de Austria.
Jesús el Cristo fue un muy, pero que muy inteligente invento de Saulo (Pablo) de Tarso, verdadero creador del Cristianismo (institucionalizado más tarde por el emperador Constantino I).
Pero, amigos ateos, el Big-Bang también está equivocado; pues es una teoría basada en otra teoría que, a su vez, se basa en un supuesto.
Hay un hecho: las galaxias cambian de frecuencia lumínica pasando de una gama de alta frecuencia a otra de frecuencia menor; así que, aplicando a la luz el mismo concepto del efecto Doppler en el sonido, se supone que las estrellas se alejan. Teoría A: Si las estrellas se alejan, es que antes estuvieron más cerca entre sí. Teoría B: Si estuvieron más cerca, “es lógico” deducir que alguna vez estuvieron tan cerca como para estar apiñadas en un conglomerado de materia-energía que… Conclusión: En un momento dado, esa presión fue tan fuerte que, ”obviamente”, tuvo que explotar y eso fue el nacimiento del Universo: El Big-Bang ¡¡Bravo!! ¡¡Aplausos!! Ya tenemos un científico inicio (creación) del Universo sin necesidad de un Dios ¡comprémoslo, comprémoslo!
Sin embargo, yo nunca he estado de acuerdo con esa idea; pues, si la energía-materia estuvo fuertemente apelotonada ¿por cuánto tiempo estuvo así? Y, más importante todavía ¿qué hizo que algo que está trillones, cuatrillones de años en una situación equis, de pronto explota?
¿Dónde estaba la inercia, aquella que nos dice que nada cambia su actitud energética mientras no sea obligada por una fuerza “externa”? ¡¡Externa!! Empiezo a vislumbrar un Dios, pero está claro que no es el dios de la biblia.
Así (más detallado) lo digo en mi mencionado libro en el que afirmo que el Cosmos es eterno y es como un gran corazón con su diástoles y sístoles y, mira por dónde, ahora los científicos están diciendo que no son las galaxias las que se alejan, sino el espacio que se expande y se contrae, se hunde, se aplana, se abomba y, lógicamente, las galaxias en esa zona parecen alejarse, acercarse, desaparecer, aparecer, etc.
Pero ¿un universo eterno? Empecemos a mentalizar adecuadamente dos conceptos que nos están distorsionando la vista mucho más que el concepto de Dios; y son Tiempo y Espacio.
Ni tiempo ni espacio existen; son conceptos humanos, son medidas necesarias para entender, cuantificar, los cambios que percibimos en nosotros mismo, en los demás y alrededor nuestro: ahora (tiempo) estoy aquí (espacio), luego (tiempo) estaré allí (espacio); aunque pongamos toda una vida humana entre ese “ahora” y ese “luego” y aunque pongamos las antípodas entre ese “aquí” y ese “allí”, estaremos hablando de un prácticamente “minúscula casi nada” (aunque para nosotros sea “mucho”, “bastante” o “suficiente”), comparado con “eternidad” y “espacio total”.
Con “espacio total” quiero decir que si la materia-energía ha estado alguna vez en lo que nosotros conceptuamos como una gran bola apelotonada, eso era todo el espacio existente; ahora, tal como están las galaxias (y estén como estén) es todo el espacio existente; a nivel cósmico es lo mismo lo uno que lo otro: siempre es Todo.
El preguntar ¿qué hay fuera del espacio? o ¿al expandirse las galaxias, de dónde sacan más espacio? Son incongruencias engañosas de nuestra mente que solo es capaz de concebir un Algo si existe en contraposición a (casi apoyándose en) un no-Algo. Pareciera que no logramos conceptuar un Algo, un Todo si no hay un Nada en contraposición. Pareciera ser que necesitamos un Nada antes de (tiempo) ese Algo, o un fuera (espacio) de ese Todo.
Eternidad. Cuando el creyente habla de que Dios es eterno, lo concibe en la idea de que Dios ha existido siempre y existirá por los siglos de los siglos, amén. Pero Dios (de existir alguno) no es eterno, es intemporal; que no es lo mismo. Intemporal significa que en ese Ser no hay tiempo, su existencia es un eterno (intemporal) presente.
Veamos: cuando se define a Dios como el ser supercalifragilisticoespiralidosamente poseedor de todas las cosas buenas en el más alto grado posible (nadie ni nada puede ser superior a él/ella), se suele omitir algo que considero fundamental: Dios, o ese Ente único con existencia “per se”, origen de todo, es Inmutable; es decir: no puede cambiar, porque un ser que puede cambiar (como todo ser creado, de existencia recibida) es potencialmente mutable hasta el punto de desaparecer, dejar de existir.
La Existencia pura no puede dejar de ser existencia; es inmutable e intemporal.
Por tanto, ese Ente único, Existencia genuina, no puede crear porque entonces tendríamos un antes y un después de ese acto creador; ese ser no toma decisiones favorables ni desfavorables, porque tendríamos una antes y después de esa decisión, ese ente no tiene voluntad (la voluntad de Dios) porque no la necesita para nada.
¿Qué es la voluntad?: “La facultad de decidir y ordenar la propia conducta. El acto con que la potencia volitiva admite o rehúye una cosa, queriéndola, o aborreciéndola y repugnándola. La intención, ánimo o resolución de hacer algo.”
Pero todo eso implica un antes y un después de analizar, sopesar, meditar y luego decidir; es decir Tiempo, algo que no existe en Dios.
Ateos, ya sé que la palabra Dios os rechina; pero no tenemos otra mejor; así que, simplemente es no asociar esa palabra con ninguno de los seres que los libros considerados sagrados nominan como Dios. Eso es todo.
Pero creo que no podemos negar la existencia de un Ser, de un Ente Existencia pura, la única Existencia per se, intemporal, inmutable, del que procede todo. Un ser de cuya Esencia fluye todas las leyes, reglas, normas, parámetros, códigos, interrelaciones, paradigmas o como lo queráis llamar, que acaban formando (desde nuestro punto de vista, a lo largo de millones de millones de millones de tiempos) todo lo que conocemos.
No hay que pensar que de este “EllaEl” emana infinitud de elementos; no, seguro que solo son unos pocos (no hay mejores ejemplos que la sencillez de elementos tan fundamentales como el agua o el ADN), pero todos esos pocos elementos van acompañados de unas leyes de interrelación más un también presente factor de azar, para que se forme todo lo que conocemos, incluidos nosotros.
En mis libros “Histérica Historia” y “Relaciones” presento el ejemplo de una baraja de 52 cartas, dos dados y un tablero de ajedrez con sus 64 cuadros y sus 32 fichas ¿podéis imaginar la enorme cantidad de combinaciones posibles que se pueden dar al azar con solo esos tres conjuntos?
En el Cosmos es parecido, pero lo que no logra (en esas interrelaciones) consistencia y suficiente armonía cósmica, desaparece o evoluciona (por necesidad) a algo distinto, mejorado. De esa manera se van formando sistemas estables que se consolidan y persisten mientras nada externo les afecte y les haga “necesariamente” evolucionar a algo superior o mejorado; y así, unos millones de años nuestros más o millones de años menos, surge un nuevo elemento o un nuevo ser ¿Cuál es el apuro?
Al igual que una flor es flor, emita o no emita perfume; está claro que si percibimos perfume es porque hay una flor: Toda la gran maravilla cósmica, galáctica, planetaria, terrestre, orgánica, mental que nos rodea, nos dice que hay una Flor que emana este maravilloso perfume del que nosotros formamos parte (al margen de que haya partes de este perfume que huelen a podrido, pero… esa es otra historia).
Obviamente, a un ser Dios-Flor de estas características no tiene sentido pedirle nada, ya que, ni nos puede “oír” ni nos puede atender (pues habría un antes y un después de oírnos y decidir si nos atiende o no).
Sin embargo, ojo… formamos parte de un Cosmos perfecto; por tanto, convencidos de que en nosotros mismos hay una fuerza muy especial que procede de ese Dios y convencidos de que formamos parte de un Cosmos mayoritariamente armónico, debiéramos creer en nuestra propia capacidad para regenerarnos positivamente, para curarnos, para crecer como seres humanos cada vez más perfectos.
Jesús de Nazareth (que sí existió y dijo palabras de gran sabiduría y conocimiento del ser humano, sin ser Dios) siempre decía “Tu fe te ha curado” nunca dijo “Tu fe en mí…” que es la interpretación que le dan los cristianos. Con ello quiso decir, no que el tener fe en Dios o en él nos daría la cura, sino que la fe en que algo, porque es vitalmente, anímicamente necesario, se va a dar y se puede conseguir, es suficiente. El problema es que no creemos en nosotros mismos.
Pero, cuidado, el que se cumpla un deseo, no funciona. Que se nos conceda un capricho, no funciona. Solo funciona una verdadera necesidad. Solo la necesidad vital (repito, vital) de algo, sí funciona. Si la necesidad es sentida (repito, sentida, no deseada) por un grupo, esa necesidad se satisface más fácilmente; de ahí viene: Religión.
Los ateos, muchas veces, son ateos, no solo porque Dios “no se preocupa de nosotros”, sino porque “los curas son unos sinvergüenzas”, “el Vaticano”, “las iglesias son corrales de borregos”, “la religión es el opio del pueblo”, etc., etc.
Religión viene del latín religare, es decir, reunirse, juntarse y formar grupo. Ese fue el principio de la religión, reunir la fuerza cósmico-magnética de las mentes de un buen grupo de humanos; porque todos reunidos sintiendo fuertemente una misma necesidad vital, dará el resultado apetecido y necesitado.
Esa ha sido la finalidad del Rosario, algo usado en muchas culturas y religiones.
Lo malo es cuando el rosario se reza como quien come palomitas: “bla,bla,bla”, “ora pro nobis”, “ble, ble, ble”. “ora pro nobis”, etc.
Es cierto que el rosario es como un mantra donde se busca eliminar momentáneamente la mente pensante y dejarse llevar por el entorno místico y necesidad mutua como único elemento presente; pero la gente suelta el mantra una y otra vez mientras están pensando en lo que han dejado fuera del templo. Eso no es religión (reunión grupal con una necesidad vital a lograr) sino cumplir con un ritual simplemente para ganar puntos y lograr un mejor rinconcito en el Cielo.
Y aquí lo dejo, porque, si no, acabo escribiendo un libro entero. Ateos, dejad en paz a los creyentes, no son borregos. Creyentes, dejad en paz a los ateos, no son ignorantes, ni herejes, ni… lo que sea. Por mucho que os cueste creerlo, Dios no les va a castigar, eso sería un antes y un después de castigarlos, y en Dios no hay tiempo, dejaría de ser Dios.