En 2018-19, una compañera, dentro del grupo de escritores del que formábamos parte, escribió una colección de poemas que me encantó.
El primer poema era algo así como Miedo llamando a la puerta de una joven y preguntándole por qué lo había llamado, ya que nunca venía si no lo llamaban, aludiendo a que los miedos los creamos nosotros mismos y que no es tan feo, como lo imaginamos; el miedo permite ser controlado.
El resto de los poemas ya no trataban de ese tema, pero bien podrían enlazar con el primero; por lo tanto, le propuse crear un musical.
A ella le encantó la idea y entonces comencé a componer la música basándome en la letra del poema (de ahí los toques al principio, no las campanas, esas vinieron después).
Pero ella no se involucró lo más mínimo, a pesar de que le había pedido que hiciéramos la trama juntos, ya que el poemario era suyo.
Ante su despreocupación, decidí olvidarme del musical, pero aprovechar la música ya escrita.
Habiendo escrito esa atmósfera inicial de miedo y misterio y recordando algunas melodías compuestas años antes, pero sin haberlas aprovechado, decidí añadirlas y escribir «Embrujo andaluz».
La primera de aquellas suena en el minuto 0:43.
La siguiente es esa especie de marcha en el minuto 1:14.
Lo siguiente son variaciones hasta llegar a una melodía (compuesta en 1987) que apreciaba mucho, pero no acababa de decidir cómo usarla.
Esa melodía es el solo de guitarra (retomado inmediatamente por la orquesta en contrapuntos) que comienza en el minuto 4:00.
Una melodía que incluso toqué al piano (a petición de una amiga mía inglesa) en 1988 en un cèilidh (fiesta típicamente escocesa) organizado por la Embajada del Reino Unido, al que había sido invitado.
Lo incluí en este trabajo convencido de que ese era el lugar y desarrollé el resto.
La obra (dada a pasos esporádicos entre otras actividades y circunstancias) estuvo prácticamente finalizada en 2021 (minuto 12:00 en esta obra); pero me faltaba como terminarla.
Durante más de un año (también a pasos sueltos) estuve buscando cómo terminarla: ¿Con un gran golpe orquestal? ¿Terminarla de la misma manera que comenzaba? pero ¿cómo de igual? No lograba decidirme.
El 1 de octubre (2022) Estuve en un bautismo. Allí conocí a una linda joven que me llamó la atención por su perfil claramente inca. De hecho, su apellido es Gualpa (¿se acuerdan de Ata-Hualpa o Ata-Gualpa?).
Disfrutamos de una conversación muy amena; ella es bióloga y hablamos de biología, del milagro de la vida, Dios, el Universo; Y, así como me habló de su Biología, le hablé de mis creaciones y de cómo me estaba costando encontrar la manera de terminar «Embrujo Andaluz».
Me sorprendió cuando nos despedimos, porque mientras nos dábamos el acostumbrado abrazo de despedida, me dijo: «Termina esa obra».
Que una joven desconocida, con la que acababa de tener una agradable conversación, intercambiando algunas ideas, me animara (me pidiera) que terminase esa composición, me bastó para ponerme al día siguiente decidido a terminarla. Tal vez la conversación que tan relajadamente tuvimos sobre temas bien profundos, me inspiró un final sencillo y relajado, que consideré, sin ninguna duda, el más adecuado.
Ese comienzo misterioso y mágico con ese final relajado y como todo superado, comenzando un nuevo día, me hizo pensar en las campanadas de las 12 de la noche cuando empieza todo lo misterioso y comienza el aquelarre mágico; Por eso, decidí añadir al principio ese repique inicial de campanas que enseguida queda eclipsado por el comienzo del misterio y la magia con sabor andaluz.
Si alguien quiere usarlo para crear un ballet, encantado de colaborar en los detalles.

Copyright © 2022 by Pablo J.Luis Molinero