Hans Christian Andersen (1805 – 1875) fue un poeta y escritor danés conocido principalmente por sus cuentos infantiles.

En una ocasión dijo que los cuentos son para que los niños se duerman y los adultos se despierten.

Pero desgraciadamente, los adultos no se despiertan; y los adolescentes, que están en esa edad puente en que ya no son niños, pero todavía no son adultos; aunque a ellos les guste actuar y emitir opiniones como si ya lo fuesen: ni se duermen, ni se despiertan.

En su cuento “El traje nuevo del emperador” hay una clara moraleja para todos de que «No tiene por qué ser verdad aquello que todo el mundo dice que es verdad»; pero nosotros seguimos dando por bueno cualquier cosa que la mayoría piense que es cierto; por miedo a quedar como tontos (pues, por más que abrimos nuestros ojos y nuestra mente, seguimos viendo desnudo al emperador), preferimos unirnos al griterío general ¡Qué hermoso es el traje nuevo del Emperador!

Es puro miedo, porque sabemos que, aunque se diga que “En el país de los ciegos, el tuerto es rey” sabemos muy bien que “En el país de los ciegos, al tuerto lo matan”; pues a nadie cegado, por ilusiones que se acomodan a su ego, puede gustarle que le muestren la realidad; exactamente igual que pasaba con los que vivían en la Cueva descrita por Platón.  

Por eso es tan fácil convertir una mentira en verdad, simplemente se siembra en la mente adecuada: generalmente la más débil y más tonta, necesitada de aparentar ser grande y genial, para que enseguida se propague por mentes similares y, paso a paso, vaya llegando a mentes superiores que le darán el matiz académico necesario para que se convierta en dogma.

Eso es el populismo, tanto de los que ves cuando miras para un lado como si miras para el lado contrario. Populismo del que ya nos advirtió Carlo Lorenzo Filippo Giovanni Lorenzini (1826 – 1890) periodista y escritor satírico italiano, muy crítico en política, varias veces censurado por el Gran Duque de Toscana.

Bajo el pseudónimo de Carlo Collodi escribió el cuento infantil “Storia di un burattino. Le Avventure di Pinocchio” (Historia de un títere. Las aventuras de Pinocho).

Las aventuras de Pinocho empiezan en cuanto Geppeto le talla los pies, pues de inmediato la marioneta sale corriendo a conocer mundo. Geppetto le alcanza y allí mismo le regaña, tratando de educarlo; pero la gente los ve y acusan a Geppetto de mal padre y un carabinero lo mete en la cárcel ¿Les suena?

Un grillo aconseja a Pinocho, pero a este le molesta que le digan lo que tiene que hacer. le tira un martillo y lo mata: «En el país de los ciegos,…»

Pinocho se echa a dormir cerca de la lumbre y se quema los pies por la noche; y es que «Quien juega con fuego…»

Son muchas las pericias que vive Pinocho por querer siempre hacer lo que le place y desoír a Geppetto, al hada y… al grillo parlanchín que vuelve a aparecer.

Pero el Zorro y el Gato le convencen de que vaya al país de los juguetes y las golosinas. Ciertamente, allí se lo pasa a lo grande, hay juguetes, atracciones y dulces de todo tipo; pero, al cabo de un tiempo, va a hablar y le sale un rebuzno ¡tiene orejas y rabo de burro! ¡se ha convertido en un burro!  

¿Veis alguna similitud con el mundo actual, lleno de todos los juguetes y atracciones que nos tienen encantados y como, de títeres nos convertimos en burros? Ya nos lo advirtió Carlo Collodi hace 140 años.

Finalmente, esa engreída e irresponsable “cosa” de madera, se convierte en un niño de verdad, gracias a comprender y admitir su estupidez y logrando superar los facilismos y populismos actuando con amor, honor, verdad y virtud.

¿Cuánto nos va quedando de cada una de esa cualidades?

Yo creo que todavía mucho, pero quien aún dispone de un alto porcentaje de las mismas, no hace nada o se limita a moverse por inercia; con lo cual, esa minoría (que en 8 mil millones de seres son muchos seres), con un amor solo en sí mismos, en los suyos (raza, nación, religión, posición política), con un honor que solo justifica su egoísmo, con sus mentiras hechas verdades y una total falta de virtud porque su sentimiento de inseguridad, de inferioridad no les permite ser virtuosos, van destrozando la vida de los demás.

Tal como demuestra Emmanuel Todd en «El Loco y el Proletario»: todo el que tiene tendencia a un totalitarismo, a una necesidad de dominar a otros, a mover los seres humanos como si fueran peones de ajedrez, sea un capataz o tenga mucho poder o una enormidad de dinero, es un pobre enfermo, esquizofrénico y paranoico.

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